viernes, 15 de enero de 2010

UNA MARIPOSA AZUL


Cierto día se encontraba Yume en casa de sus mejores amigas, Ishi y Uchiki, ambas hermanas gemelas, muy parecidas entre sí y muy diferentes a la vez.

Ishi era impetuosa, impulsiva, poco reflexiva, a veces injusta en sus apreciaciones porque no meditaba antes de hablar, pero tenía la frescura de la espontaneidad y la sinceridad. Su hermana Uchiki era más callada, reservada, como si tuviera temor de mostrar su verdadero ser a los demás, por otra parte se adivinaba en su intensa y calma mirada una gran vida interior dispuesta a volcarse en quien quisiera descubrirla. Yume vivía en una aldea pequeña y distante, en cambio sus amigas vivían y estudiaban en la gran ciudad, por lo tanto se veían en las vacaciones de verano cuando las hermanas venían a casa de sus parientes, las tres esperaban con verdadera ansiedad el momento del reencuentro.

Las tardes en la aldea eran muy apacibles y las amigas pasaban el verano paseando por el campo, cazando mariposas y conversando de todo. Yume iba con su cuaderno de dibujo y lápices y retrataba a sus amigas mientras ellas le contaban anécdotas de la ciudad. Captar a Ishi no era fácil, su corto cabello rojizo se movía al viento y le daba un aspecto de pícaro diablillo , ishi no paraba de gesticular y lanzar exclamaciones por todo. Uchiki se quedaba sentada con la mirada perdida en un punto distante, cada tanto miraba a Yume con una sonrisa cálida y preguntaba cómo iba su retrato. Uchiki llevaba el pelo un poco más largo que su hermana, también de color rojizo, aunque un poco más oscuro parecía un manto sobre su cabeza. Sus ojos oscuros y profundos reflejaban cierta nostalgia, por momentos miraba a su hermana, tan vivaz, con cierto fastidio, pero era apenas una ráfaga en el rostro apacible de Uchiki que desaparecía tan rápidamente como había aparecido.

Ese año escolar había sido diferente para Uchiki, después de mucho tiempo de estar enamorada en silencio de Ketsui, su amigo de la infancia, al fin él le había hablado.Se volvieron inseparables, nadie podía creer que Uchiki estuviera tan cambiada, su risa llenaba los salones de clase, y sólo tenía ojos para Ketsui. Ishi estaba contenta por su hermana aunque se mostraba preocupada y distante con Ketsui.
Uchiki estaba felíz, pero comenzó a sentirse insegura del amor de Ketsui y buscaba la aprobación de su hermana. Ishi conocía a Ketsui y sabía que el no podía sentir el mismo compromiso que su hermana, si hubiera sido ella no hubiera importado tanto, ella tomaba las cosas como venían y amaba su libertad, pero su hermana buscaba asentarse y sabía que podía salir lastimada.

Ketsui nunca se había comprometido con nada a largo plazo, era buen estudiante, pero más por evitar el regaño de sus padres que por cumplir sus propias metas. Le gustaban los sentimientos livianos, sin ataduras, quería mucho a Uchiki pero no sabía si podría cumplir sus expectativas. Intentaba muy en serio ser la verdadera ilusión de Uchiki porque ella valía la pena el esfuerzo, pero cada tanto añoraba no tener que ajustarse a lo que los demás pudieran esperar de él. No le gustaba fallar, por eso no se arriesgaba.

Ketsui se volvió distante y Uchiki no sabía qué hacer, perdió las ganas de comer y casi no podía dormir. Cada paso, cada decisión la consultaba con su hermana, no se tenía confianza. Así su hermana le aconsejó distanciarse de Ketsui porque él no la merecía. Uchiki lo hizo pero luego se dio cuenta que no podía vivir sin Ketsui y se arrepintió amargamente de haberse dejado guiar por sentimientos ajenos a los suyos. Pensó que si ella extrañaba tanto lo mismo pasaría con él , pero si bien Ketsui la extrañaba no estaba acostumbrado a sortear dificultades y establecer un lazo de continuidad con nadie. Uchiki no volvió a ver a Ketsui,
Yume terminó los retratos de sus amigas. El de Ishi reflejaba determinación, rebeldía y un poco de culpa en sus ojos, el de Uchiki aceptación, ternura y algo de vergüenza. Yume volvió a su casa a tomar el té con su abuelo y le mostro el dibujo.
Ambos sentados en la penumbra del atardecer se acompañaron en silencio. El anciano sorbió un poco de té y dejó su tazón cruzándose de brazos, luego de una pausa comenzó a hablar quedamente:
- Un viejo amigo enviudó y quedó a cargo de sus dos pequeñas hijas. Las dos eran muy inteligentes y curiosas. Casi siempre él podía satisfacer su curiosidad pero llegó un momento en que se quedó sin respuestas. Entonces las envió a estudiar con un sabio. El sabio siempre sabía que contestar. Un día una de ellas resuelve tenderle una trampa al sabio y decide esconder una mariposa azul en su mano.”Voy a preguntarle al sabio si está viva o muerta” – le dijo a su hermana- “ si dice muerta, abrire mi mano y la dejaré volar, si dice viva apretaré mi mano y la aplastaré, así cualquiera sea su respuesta será equivocada”
Las dos niñas fueron entonces al encuentro del sabio, que estaba meditando.
- Tengo aquí una mariposa azul, dijo una de las hermanas. Dígame, ¿está viva o está muerta?
Con mucha calma, el sabio sonrió y respondió:
- La respuesta está en tus manos.
Así es nuestra vida. La tenemos en nuestras manos. Depende de nosotros mismos. Muchas veces la hacemos depender del pensamiento de otros, de las actitudes de los otros, de las decisiones de los otros, de las condiciones que nos rodean y esto nos entrega al conformismo, al desaliento y a la irresponsabilidad.

LiNa
Relato de mi nueva revista "¿Donde esta mi samurai?