martes, 30 de noviembre de 2010

Amor de Mariposa..




Practicaba Kaito los ejercicios de caligrafía para su maestro, como todas las mañanas, sumido en sus pensamientos, tratando de mejorar sus trazos para complacer al anciano que era muy exigente con él. Se imaginaba cómo sería arrancarle alguna vez una sonrisa de aprobación, aunque tal vez eso sería algo incómodo para ambos ya que no sabría cómo reaccionar ante un cambio en la cara severa e inmutable de su viejo maestro.

Concentrado en su trabajo, apenas levantaba la vista del papel hasta que una leve sombra se proyectó agil y suave sobre su hoja para desaparecer rápida como un suspiro. Kaito siguió un momento con la mirada los pequeños movimientos de quien despreocupada e inocente le brindaba el placer de su brevísima compañía. La mariposa continuó aleteando alrededor de la cabeza de Kaito hasta que se posó etérea sobre su lápiz. Él la miró entonces detenidamente. Sus alas casi transparentes de finas tonalidades de azul y violeta, cambiaban tornasoladas su reflejo según incidiera la luz del día sobre ellas, y ondulaban ante los ojos de Kaito ofreciéndole reflejos caleidoscópicos . El muchacho quedó prendado de la pequeña mariposa que blandamente batía sus delicadas alas como un seductor pestañeo femenino.

No quería Kaito hacer ningún movimiento por temor a espantarla y continuaron así un rato hasta que la mariposa desapareció por la ventana. A la mañana siguiente Kaito dejó un plato con agua y almíbar en la ventana con la esperanza de reencontrar a su tenue e ingenua amiga y poder gozar de su casi imperceptible y sútil compañía otra vez. Avanzó tranquilamente la mañana mientras el muchacho atareado con su escritura vigilaba cada tanto de reojo el plato de almíbar, hasta que la mariposa apareció y se apoyó apenas en él un segundo para luego volar hasta donde estaba Kaito.

Se posó esta vez en su hombro y se quedó allí más tiempo, Kaito respiraba despacio y la mariposa parecío dormitarse sobre él sin temor. Al cabo de un una hora más o menos, la mariposa pareció despertar y voló hacia la ventana junto a otro grupo de mariposas amarillas y blancas que se elevaron rápidas hacia el cielo. Continuó la mariposa visitando a Kaito todas las mañanas, parecían haberse acostumbrado el uno al otro y la pequeña mariposa se posaba en la silla, en la mesa, en los libros de Kaito curiosa y confiada, otras veces se quedaba simplemente quieta en su mano mientras el muchacho le hablaba y le contaba historias que había aprendido de su maestro.

Decidió Kaito ponerle un nombre a su amiga y la llamó Yume, le pintó en seda un pequeño almohadón para que ella se posara en él, la esperaba todas las mañanas y su corazón aleteaba al compás de sus cortos vuelos. Cada vez la mariposa se quedaba más pero cuando se iba Kaito la extrañaba tanto que empezó a averiguar si era posible amaestrar una mariposa. No le sirvió de mucha ayuda su maestro que sólo le recordó cuánto podía lastimar desear algo con tanta obstinación.

Kaito descuidó sus tareas y se abocó a adiestrar a la mariposa que ya venía a posarse cada mañana en su almohadón de seda y volaba hasta la mano del muchacho cuando éste la llamaba por su nombre. ¿sería posible sentirse así por un ser tan efímero y frágil? ¿cómo acallar la sensación de vacío cuándo ella volaba a su inalcanzable mundo de pétalos y néctares? Angustiado Kaito , tapió las ventanas y cerró las puertas de su casa impidiendo que la mariposa pudiera salirse, llenó las habitaciones de flores y plantas para que ella no extrañara y nada le faltara. Yume seguía volando felíz de flor en flor y hasta la mano de Kaito que acariciaba suavemente sus alitas impregnándose los dedos de un finísimo polen dorado y Yume respondía a sus caricias volando tenuemente hasta sus mejillas y sus párpados con aleteos cortos que le hacían cosquillas. Amaba tanto Kaito a Yume que nada era suficiente para su pequeña mariposa , sólo un par de veces ella se confundió y voló hacia la ventana y se golpeó un poco contra los vidrios cerrados.

Esa mañana Kaito le ofrecía un puñado de azúcar en la palma de su mano y la mariposa hizo sus cortos vuelos hasta descansar en la mano de su amigo. ¿cómo demostrarle su amor?-pensaba Kaito- y ensimismado en sus ensoñaciones deseó tanto abrazarla que inconscientemente cerró su mano alrededor de la mariposa. Fue un segundo apenas, cuando volvió a abrirla ella yacía inerte.

Asi es nuestra vida. La tenemos en nuestras manos, queda en nosotros aprender a sostenerla sin dejarla escapar pero sin oprimirla hasta sofocarla para siempre.

LiNa

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