viernes, 14 de enero de 2011

LOS CIEN DÍAS


Reiko se encontraba sentada en seiza (1) mirando hacia la ventana cuando Yume entró a la habitación y esperó que ella se diera vuelta para saludarla. Pero Reiko no se percató de su llegada y siguió tocando las cuerdas de su shamisen (2). Yume cerró los ojos e inspiró fuerte como si quisiera llenar su cuerpo con la suave y melancólica tonada. Reiko giró su cabeza y le sonrió levemente indicándole que se arrodillara y se sentara junto a ella. Yume se acercó y sacó su caja de lápices.

Dibujar a Reiko era una tarea placentera, su rostro pálido y pequeño era tan perfecto y terso como el almidón de arroz , su fina y brillante cabellera negra estaba recogida en un una especia de shimada (3 )sostenido con dos pinzas de nácar blanco, vestía su delgada silueta con un yukata(4) azul pálido , sus ojos rasgados de espesas pestañas oscuras miraban hacia aun punto lejano sin ver.

Yume dibujó en silencio inspirada por la melodía que su amiga arrancaba de aquel instrumento como si fuera un suave murmullo apenas audible salvo para quien estuviera dispuesto a dejarse llevar por la corriente del sonido en un estado de contemplación semiconciente. Asi Yume dejó que su mano recorriera el papel casi con voluntad propia, captando algo que iba más allá que los rasgos de su modelo, algo que emanaba de su interior.

Terminado su trabajo,ambas amigas se sirvieron el té. Por lo común este era un momento poblado de risas y ligeras conversaciones, pero Reiko no tenía ganas de conversar, su rostro pálido denotaba que le faltaban horas de descanso y buena alimentación. Yume recorrió rapidamente con la mirada la habitación, los arreglos florales que tan delicada y habilmente sabía hacer Reiko, se encontraban marchitos, igual que la sonrisa de su pequeña amiga.
Hacía ya tres meses que Shiro, el pretendiente de Reiko, se había alejado sin volver a acordarse de ella. A pesar del amor que parecían tenerse, el orgullo de Shiro cortó el lazo que antes los uniera y las esperanzas de Reiko de reencontrarse se desvanecían poco a poco. Yume ayudó a su amiga a retirar las tazas y los platos con mochi (5) antes de irse corriendo a terminar con los encargos que su abuelo le pidiera del mercado.
En el mercado Yume encontró a Shiro conversando con unos amigos, entonces se le acercó y le mostró el retrato que acababa de hacer. Shiro miró el dibujo, allí estaba el rostro del desconsuelo, de quien aguarda ya sin esperanza , el retrato de Reiko mostraba una mirada nublada por la desilusión. Shiro bajó la cabeza, le devolvió el cuaderno a Yume y le preguntó si Reiko estaba aún en su casa. Yume le dijo que sí, que se apurara y se fue corriendo muy contenta ya que presentía que Shiro iría a buscar a su amiga y así esta recuperaría la dicha.

Y así fue que Shiro le suplicó volver con él, sin embargo Reiko con toda la congoja de su alma lo rechazó.
Esa noche Yume cenaba con su abuelo y movía la cabeza de un lado al otro sin entender.
- Come quieta y en silencio -le dijo el anciano
- Pero abuelo, es que no entiendo, yo creí que enviandole a Shiro de regreso Reiko volveía a ser feliz.-se quejó Yume

- Escucha Yume - dijo su abuelo - Hace mucho tiempo, una princesa buscaba consorte y muchos aristócratas y nobles se presentaron a pedir su mano, entre ellos tambien se presentó un joven plebeyo que no tenía nada que ofrecerle salvo su amor. "Yo siempre te amé", le dijo, "y sólo puedo ofrecerte mi sacrificio. Durante cien días me sentaré debajo de tu ventana, sin comer ni beber, bajo las inclemencias del tiempo para probartelo" Entonces la princesa le dijo que si pasaba esa prueba la desposaría. Asi pasaron los días mientras el pretendiente soportaba viento , lluvia y heladas ya la gente ya hacía planes para los festejos, al llegar el día noventa y nueve el joven se paró y se fue sin más explicaciones. Pasado cierto tiempo un chico lo encontró en un camino y le pregunto: - por qué te fuiste y perdiste la oportunidad de casarte con la princesa? y el joven con mal disimuladas lágrimas contestó: - No me ahorro ni un día de sufriemiento, ni siguiera una hora, no merecía mi amor"

Tal vez Reiko ya había sufrido sus cien días.



(1) forma tradicional de sentarse, arrodillándose en el piso se descansan las nalgas en los talones y el empeine de los pies sobre el piso.
(2) instrumento musical de cuerda que posee tres cuerdas y se toca con una uñeta llamada bachi
(3) peinado tradicional de las geishas
(4) Kimono hecho de algodón generalmente usado en verano
(5) pastelillo de arroz


LiNa

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